Cuando de nuevo el
gobierno de turno le juega a la paz, una delegación de parlamentarios y jefes de
los partidos políticos colombianos emprenden una peregrinación a la Habana,
sede de las negociaciones de paz entre
Juan Manuel Santos, el Presidente de la Mesa de Unidad Nacional –la coalición
gobernante- y las inefables FARC.
Este documento escrito por Francisco Mosquera hace 31 años, en las épocas de la paz belisariana,
adquiere hoy una actualidad inusitada
por 3 cosas: Primero porque una de las facciones de los que se dicen sucesores
de las ideas del MOIR de Francisco Mosquera,
hacen ahora precisamente lo que Éste no patrocinó actuar para esa época
con los grupos anarquizantes y
aventureros que tanto daño le hicieron a su partido y al proceso revolucionario
colombiano; Segundo porque hoy la esencia política de los mentados grupos se
mantiene igual desde entonces, degenerando progresivamente sus métodos de acción en hechos delictivos de la peor laya y Tercero
porque la situación de penuria y sufrimientos sin cuento del pueblo colombiano
infligidos contra este, no ha cambiado en nada y al contrario se acentúa cada
vez más.
EL MOIR NO HA IMPETRADO
LA PAZ, ENTRE OTRAS COSAS PORQUE NO HA DECLARADO LA GUERRA.
Debido a que el
régimen recién instalado incluyó de manera inconsulta y caprichosa el nombre de
Marcelo Torres
(1), miembro de la dirección central del MOIR, en una
“Comisión de Paz Asesora del Gobierno Nacional”, aclaramos públicamente que no
hemos buscado participar ni pretendemos asistir a éste ni a ninguno de los
tantos organismos del manido pacto social entre gobernantes y gobernados. No
nos halaga en verdad la dudosa prerrogativa de asesorar una administración que
en mes y medio escaso de existencia acumula sólo pruebas de alocada demagogia
para resolver los graves e ingentes problemas nacionales y que de subsistir
será una edición en rústica de los antiguos mandatos oligárquicos.
El MOIR no ha
impetrado la paz, entre otras cosas porque no ha declarado la guerra. Desde la
época del asesinato de Gaitán y de La Violencia no ha habido en Colombia
condiciones para que las fuerzas populares se embarquen en empresas
insurreccionales que, como el heroico intento de Camilo Torres y de otros
muchos abnegados combatientes de los últimos veinte años, han significado
serios tropiezos en el avance político y organizativo de las grandes masas de
obreros y de campesinos. Son problemas de la táctica de cuya acertada solución
depende la libertad de los oprimidos y la prosperidad de Colombia. Nos
encontramos todavía en un período caracterizado por la fiebre reformista, hoy
llevada al paroxismo con el advenimiento de Belisario Betancur. Los auténticos
partidos revolucionarios en lugar de coadyuvar a tales ilusiones, o de
desesperarse por el reflujo, han de rebatir las imposturas de la reacción y
aumentar pacientemente sus efectivos, confiados en que la crisis económica,
ocasionada por el saqueo de los monopolios externos e internos, seguirá
ahondándose irremediablemente y permitirá los factores políticos indispensables
para la victoria de las mayorías vilipendiadas y engañadas. Desde luego
estos temas no constituyen materia de
asesorías oficiales.
EL MOIR TAMPOCO
HA RECURRIDO AL SECUESTRO NI A NINGÚN TIPO DE DISPARATE TERRORISTA, EN PROCURA
DE FONDOS PARA FINANCIARSE O TRAS DETERMINADAS FINALIDADES PUBLICITARIAS.
Creemos que
semejantes procedimientos proporcionan pretextos a granel a los aparatos represivos
que no desaprovechan oportunidad para proceder contra el pueblo; y el pueblo no
puede menos que mirar con recelo hazañas que se confunden a menudo con los
lances protagonizados por la delincuencia tan común y corriente en nuestro
medio. En general, para todas y cada una de las labores políticas nos atenemos
a los métodos elaborados por Marx y Engels hace más de un siglo, que parten del
principio de que la emancipación del proletariado es obra de la clase obrera
misma, que se gana el apoyo del resto de los sectores sojuzgados de la
sociedad, y no de las proezas de unos cuantos insurgentes.
Respecto a las
conquistas democráticas y las reivindicaciones económicas sumamos nuestros
esfuerzos a los de quienes combaten por los derechos fundamentales y las mejoras
en los medios de vida y de trabajo de las masas laboriosas. Respaldamos las
justas exigencias por la excarcelación incondicional de los presos políticos y
por el cese inmediato de los asesinatos y la tortura de los guerrilleros y
demás luchadores que han caído en manos del régimen. Nuestro Partido también ha
sido víctima no pocas veces de la barbarie institucionalizada, la que continúa
a pesar del levantamiento del estado de sitio y de las lágrimas de cocodrilo
del señor presidente.
En cuanto a la amnistía
la consideramos una negociación entre el gobierno y las agrupaciones alzadas en
armas, en la cual no nos compete intervenir. Nosotros simplemente esperamos,
primero, que a la postre salgan
favorecidos unos métodos y una táctica revolucionarios y correctos, y, segundo, que en ningún momento dicha gestión
sirva para ocultar aún más la índole antinacional y anti-popular de los nuevos
administradores de la vetusta República.
MOVIMIENTO OBRERO
INDEPENDIENTE Y REVOLUCIONARIO “MOIR” Comité Ejecutivo Central Francisco
Mosquera – Secretario General Bogotá, septiembre 20 de 1982.
(1)Marcelo
Torres años después y por determinación
del Comité Ejecutivo Central del MOIR, fue excluido de este partido.
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