domingo, 9 de noviembre de 2014

Asesinato de los indígenas Nasa; práctica secular de las FARC contra cualquier oponente político. Eduardo Rolón 1985.

El Miércoles 5 de noviembre de 2014 las FARC asesina 2 dirigentes indígenas de la comunidad Nasa del Cauca, Colombia, porque desfijaron una propaganda política de la banda armada que representaba una amenaza de muerte contra la población, ya que se hallaba conectada a una batería de explosivos.  En retaliación por este hecho, se produce la muerte de los indígenas. Esta es una práctica común de quienes se autoerigieron como defensores de los humildes, pero que en la práctica solo han sido por mucho tiempo sus propios verdugos. Como la prensa oficial asordina estos graves hechos ocultando antecedentes pasados que sirven para subrayar la permanente ocurrencia de estos actos fascistas en los que se recurre a la violencia como mecanismo para quitar de en medio cualquier adversario político, publicaré 3 hechos sucesivos de esta especie que ocurrieron en épocas de las paz belisariana.


Declaración aparecida en el diario El Tiempo de Bogotá, Colombia, el 14 de julio de 1985, firmada por Francisco Mosquera, Secretario General del MOIR. 

ELEMENTOS DE LAS FARC ASESINARON A EDUARDO ROLÓN

A eso de las seis de la tarde del domingo 30 de junio último cayó acribillado Luis Eduardo Rolón, veterano dirigente del MOIR e integrante del Comité Regional de Santander. El compañero pereció en la vereda Humadera Baja del corregimiento de Monterrey, cuya actividad gira alrededor de San Pablo, población del sur de Bolívar adonde se había vinculado desde hace unos seis años con el objeto de adelantar sus tareas revolucionarias con las gentes de la localidad, de preferencia entre el campesinado. En efecto, momentos antes de morir transportó en un vehículo, desde el casco municipal, varios tubos destinados a concluir sobre el río Boque un puente al que ya se le habían erigido sus bases. Obra a la cual se dedicó con ahínco, incluido aquel aciago día, que era de descanso, siempre insistiendo en desembotellar las comarcas abandonadas y en fortalecer la economía de los pobres del agro. Inmediatamente después de haber depositado su carga se encaminó a pie hacia la casa de un campesino amigo, tras el propósito de atender algunas cuestiones concernientes al funcionamiento de la cooperativa del lugar fundada por nuestro Partido. Luis Eduardo anduvo más o menos una hora cuando en un punto del estrecho sendero recibió una ráfaga de metralleta, por la espalda, y luego fue rematado en el suelo.

El horroroso crimen tiene un indiscutible carácter político y de él hacemos responsables a las Farc e indirectamente a la dirección del PC.

Esta contracorriente empezó a incursionar en la zona al amparo de sus acuerdos de "paz" con la administración belisarista, ostentando sus rifles y extendiéndose a punta de intimidar a quienes no se sometan a sus dictámenes. Su primer objetivo allí, como en otras partes, ha sido el de intentar barrer la creciente influencia del MOIR entre las masas e impedirnos la acción pública, con métodos que van desde el señalamiento calumnioso de que actuamos por designio de la CIA hasta la expresa prohibición a nuestros militantes de distribuir propaganda, vender la prensa partidaria u organizar a los trabajadores. Todo, por supuesto, llevado a cabo bajo la amenaza de las armas.

Nunca hemos dirimido las discrepancias con nuestros contradictores, principales o secundarios, mediante la violencia; ni nos pasa por la mente el propiciarla por el hecho de formular esta precisa, perentoria e indignada denuncia. Pero los ejecutores del vil asesinato no pueden contar con nuestro silencio para continuar impunemente agrediendo o matando a los cuadros del MOIR. Por ello emplazamos a sus superiores, ante el país entero, exigiéndoles que no encubran al comandante que auspició, autorizó o simplemente dio la orden de la cobarde emboscada. Con los alias de "Arcelicio", "Pedro" y "Orlando" han merodeado por aquellos contornos tres jefes de cuadrilla; entre éstos ha de hallarse el autor o los autores materiales e intelectuales del homicidio. Que se sepa cuál fue o cuáles fueron para que sobre sus nombres caiga por lo menos la sanción del repudio del pueblo.

EN SAN PABLO, EL GOBIERNO SE NIEGA A IR POR EL CADÁVER.

En cuanto al comportamiento de las autoridades de San Pablo, hemos de informar que cuando se entrevistó con ellas la comisión del MOIR, encabezada por Jorge Santos, presidente de la USO, a fin de llenar los trámites correspondientes al rescate del cuerpo del camarada desaparecido, el oficial encargado de la policía no solamente se rehusó a prestar cualquier protección sino que aconsejó no ir por el cadáver. Tal actitud obedecía, según sus propios comentarios, a dos factores: uno, que la región se encontraba infestada por las Farc, y el otro, que tenían instrucciones terminantes de no desplazarse hacia las áreas rurales. Semejantes evasivas, aunque en realidad no nos sorprenden, sí muestran hasta dónde llega la indolencia oficial ante este tipo de atentados, y cuán significativa es la ventaja concedida a unos grupos que, diciéndose amigos de la pacificación dialogada y gozando de los gajes de un entendimiento pactado con el régimen, lejos de deponer los fusiles, incrementan su pie de fuerza y hostilizan a agrupaciones y personas inermes, cual lo indican las protestas provenientes de los cuatro costados de Colombia y firmadas por industriales, comerciantes, empresarios agrícolas, religiosos. Por ejemplo, el Sindicato de Trabajadores Agropecuarios de Antioquia acaba de expedir, contra las unidades de las Farc, un comunicado dejando constancia de los amedrentadores hostigamientos de que han sido víctimas sus directivos en la zona bananera de Urabá. Con la pantomima del apaciguamiento ocurre que, en lugar de incorporarse ciertamente una minoría de insurrectos a la lucha legal, la contienda política se militariza a pasos acelerados.

EL ASESINATO DE ROLÓN, MÉTODO FASCISTA DE COMO SE ELIMINA UN RIVAL POLÍTICO.

La abominable ejecución de Luis Eduardo Rolón pone de manifiesto tan dramático desenlace, pues responde a las impredecibles ambiciones de unos comandos que de pronto arriban a un territorio con el cometido de desalojar a plomo a un partido rival que lleva cerca de un decenio bregando pacientemente junto a los necesitados del campo, compartiendo sus penalidades y coadyuvándoles a obtener progresos tanto en sus reivindicaciones sociales como en sus faenas productivas. Merced a ello, e interpretando la inquietud general, demandamos de los sumos poderes se nos aclare el verdadero alcance de las nuevas reglas del juego que regulan la confrontación "pacífica" entre colectividades de distinto color e ideario. En los tres años de ejercicio de la actual administración jamás hemos solicitado una audiencia con el presidente de la república, y hoy, a través de esta declaración, la estamos pidiendo, a la espera de que nos diga, ante el gravísimo antecedente del ametrallamiento de nuestro compañero Rolón, cómo concibe el Ejecutivo las garantías constitucionales de los partidos sin aparato armado cuyos miembros padecen los cruentos ataques de facciones bélicas que, cuando no reciben el apoyo abierto de alcaldes y gobernadores, se valen de las indulgencias del Estado para eliminar y arrinconar a sus antagonistas.

EVIDENTE CONFABULACIÓN ENTRE LAS FARC Y LA CÚPULA GUBERNAMENTAL.

La defensa de los derechos de las mayorías democráticas y patrióticas, acechados por la confabulación cada día más evidente entre el mamertismo y la cúpula gubernamental, torna imperiosa la conformación de una gigantesca alianza, no conocida hasta ahora, entre obreros, campesinos, intelectuales y burgueses, que se plantee las siguientes metas mínimas: primero, contener los asesinatos políticos, los secuestros, la extorsión y las demás andanadas terroristas; segundo, resguardar la producción nacional ante las lesivas pretensiones del Fondo Monetario y la ruinosa expoliación de los monopolios extranjeros; tercero, mejorar las lamentables condiciones de subsistencia de las masas laboriosas y del pueblo en su conjunto, y cuarto, proteger la soberanía de Colombia no sólo ante los viejos y declinantes imperialismos, sino fundamentalmente ante la Unión Soviética, el mayor peligro para la libertad de las naciones en la era contemporánea.

El país no sucumbirá en la celada que le quieren tender unos cuantos; entre sus numerosos habitantes hay sobrados recursos morales con qué doblegar las azarosas complicaciones de la hora. Abogando por la salvación de la patria apelaremos a esas reservas, con la voluntad y la valentía de hombres como Luis Eduardo Rolón, quien rubricó con su sangre su pensamiento.

Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR Comité Ejecutivo Central Francisco Mosquera Secretario General

Bogotá, 13 de julio de 1985.



sábado, 1 de noviembre de 2014

Mineros de Amagá viven y luchan su existencia de zapadores insomnes, condenados a la miseria por una reducida mafia de capitalistas.

Desde 1977 se han producido más de 176 muertes de humildes mineros en la región carbonífera de Amagá (Antioquia) todo a causa de la desmedida codicia de los propietarios de las minas que solo piensan en engordar sus bolsillos a costa de la explotación inhumana de los trabajadores mineros, sometiéndolos a largas e ilegales jornadas de trabajo en condiciones laborales deprimentes y sin las medidas de seguridad industrial pertinentes que exige esta clase de actividades.


El 14 de julio de 1977 y a causa de una explosión de gas grisú perecieron 86 trabajadores, reconocidos oficialmente pero se habla de más de 100,  en las minas Villa Diana y el Silencio. El 7 de Noviembre de 1981 en la misma mina de El Silencio 5 mineros perecen a causa de un derrumbe. El 16 de Junio de 2010 en la mina San Joaquín 73 mineros mueren asfixiados por acumulación de gases; y este 30 de Octubre de 2014 en la mina la Cancha, 12 trabajadores quedan atrapados en las profundidades de esta veta al reventarse un tambor de agua que inunda las galerías.
La repetida sucesión de tragedias no ha merecido la atención del gobierno para exigirle a los propietarios de las explotaciones las más estrictas medidas de seguridad. La laxitud del cumplimiento de las normas, es la norma. A esto se suma la explotación ilegal a la que recurren las familias de campesinos empobrecidos de la región, que se adentran en los socavones abandonados en peligro de inundarse, derrumbarse o ser objeto de explosiones por acumulación de gases o producción de vapores letales.
Es el destino de los miserables de este país que deben sobrevivir contra viento y marea a costa del riesgo de sus propias vidas. Esos días en cada cuadra de Amagá hubo un velorio y en cada puerta un soldado.

Quise reproducir íntegramente un artículo que publicó el periódico Tribuna Roja en su edición No. 27 de 1977, en donde se hace una reseña muy completa sobre la tragedia de las minas carboníferas El Silencio y Villa Diana del Municipio de Amagá, Antioquia, a propósito del drama que viven hoy en la misma región las familias de 12 campesinos mineros atrapados en los socavones de la mina La Cancha, por una inundación.   

“Para Industrial Hullera y el gobierno la vida de un minero vale menos que un bulto de carbón. Durante no sé cuantos años exigimos mejoras en las condiciones de trabajo y buen mantenimiento para carrileras y malacates. Permanentemente hemos demandado de las autoridades laborales que hicieran cumplir las disposiciones sobre salud ocupacional, que inspeccionaran los socavones y comprobaran su pésima ventilación. Jamás nos escucharon. Hoy nos matan a más de 100 compañeros y encima nos echan la responsabilidad; aquí los únicos culpables son ustedes”, exclamó enfurecido Hernán Taborda, presidente del Sindicato de la Industria Minera de Antioquia, cuando el administrador de la mina Villa Diana pretendió señalar a los trabajadores como causantes de la explosión de gas grisú, acaecida el pasado 14 de julio, en la que perecieron calcinados y asfixiados más de 100 mineros de Amagá.
  

Una mina cementerio


Industrial Hullera, propiedad de los más grandes consorcios industriales de Antioquia como Coltejer, Fabricato, Pilsen, Cementos El Cairo, Cementos Argos, Tejicóndor y Vicuña, es una de las principales productoras de carbón en Colombia y extrae cerca del 40% del tonelaje total del departamento. No obstante que sus dueños la catalogan como el yacimiento más tecnificado y moderno del país, Industrial Hullera carece de equipos de salvamento, tiene un flujo de aire cinco veces inferior al necesario, su elevada temperatura interior sobrepasa los límites máximos exigidos por las normas internacionales de seguridad.

Pero las “garantías” brindadas por los amos del carbón a sus esclavos asalariados son todavía más aterradoras. Laborando en jornadas de ocho, diez, doce horas, los mineros escarban las entrañas de la tierra acosados por el calor, semidesnudos, hambrientos, privados de la luz solar durante meses, hostilizados por los caporales y perseguidos por los empresarios cuando claman justicia. Este arriesgado trajinar lo adelantan los obreros en insalubres y deficientes condiciones de trabajo: túneles que no poseen instrumentos de detección de gases, ni sistemas de escape en caso de incendio o derrumbe, ni controles de humedad y de aire enrarecido.

Por otra parte, sin asistencia médica, sometidos al infame sistema de contratistas que los despoja de sus prestaciones sociales, los mineros de Amagá viven y luchan su existencia de zapadores insomnes condenados a la miseria por una reducida mafia de capitalistas. Con razón, los trabajadores llaman a Industrial Hullera la mina cementerio.

Mitin en la madrugada

En los días previos a la tragedia, los mineros venían denunciando en mítines y reuniones la falta de seguridad y las reiteradas violaciones empresariales a la convención pactada, al término de una victoriosa huelga de 53 días, en marzo del presente año. El 26 de junio aprobaron lanzarse a un paro indefinido si el monopolio hullero rechazaba las reclamaciones formuladas por la organización sindical, en el sentido de dar estricto cumplimiento a lo firmado por las partes.

Precisamente, en la madrugada del fatídico 14 de julio, la junta directiva del sindicato, cuya entrada a las instalaciones estaba proscrita por la gerencia, presidió una reunión de protesta junto a la boca mina de Villa Diana, en lo cual los trabajadores acordaron no laborar horas extras, ni el domingo 16 ni el miércoles 20, feriado nacional, con el fin de repudiar la política antiobrera de la compañía. Acudieron ante el administrador y le advirtieron sobre los notables aumentos de temperatura registrados en la mina. Este, indiferente a las quejas de los explotados, respondió amenazante: “Trabajen, a mí lo único que me interesa es la producción”.

A regañadientes, los hombres penetraron en la insegura mina para relevar a sus compañeros del primer turno de la madrugada, de tal forma que, cuando se encontraban dentro de ella los trabajadores de las dos jornadas, ocurrió la brutal explosión en los socavones del manto uno.

El amargo amanecer de Amagá

A eso de las cinco de la mañana, una incandescencia letal restalló en los pasillos de la excavación, sembrando desolación y ruina a lo largo de las galerías principales. Una llamarada recorrió en un santiamén todos los vericuetos de la mina. Las vías de acceso quedaron taponadas, los cápices de los techos se derrumbaron y las rocas sepultaron a los desguarnecidos mineros. La banda transportadora, repleta de cisco, se paralizó por el corte instantáneo de la energía eléctrica y el gas se propagó como una mortaja por pozos y salones de Villa Diana y el Silencio. Para los habitantes de Amagá el más amargo día había despuntado.

Inválidos y menores laborando

Entre los cadáveres ennegrecidos que alcanzaron a ser extraídos de la mina antes que la empresa suspendiera definitivamente el rescate, se contaba el de Hernando Acevedo, sordomudo, de apenas 16 años, hijo del viejo minero Tocayo Acevedo.

El inválido era uno de los menores de edad que Industrial Hullera, en su avara crueldad, engancha sin control ninguno para el arduo laboreo de la minería, con paga muy inferior a los salarios vigentes, directamente o a través de arrendatarios. Desde tiempo atrás el sindicato ha denunciado esta política, sin que hayan valido sus protestas para que los rapaces dueños de la mina la suspendan.

Negligencia criminal

El grisú es fundamentalmente una mezcla de metano y oxígeno, de gran poder detonante. Hay dos métodos conocidos en Colombia para detectar su presencia. La lámpara Davis, que funciona mediante el reavivamiento de su llama ante el gas. Y el metanómetro, instrumento de medición más avanzada. Pues bien, en Industrial Hullera no emplean ninguno de los dos. Hasta una crónica de El Tiempo, julio 24 de 1977, revela esta gravísima situación: “Se afirma que hasta hace aproximadamente cinco años existían en la mina ocho o diez lámparas, que servían para que un capataz y dos ayudantes bajaran a los socavones a inspeccionar y detectar el grisú. Si las lámparas Davis se hubieran utilizado la noche del 14 de julio, no habrían muerto 86 mineros”. Y para completar se cita al minero William Zapata: “Las lámparas de seguridad Davis se están enmoheciendo en las bodegas de la compañía porque solo las sacan cuando llegan las inspecciones del Ministerio del Trabajo”. Es comprensible, entonces, cómo sobrevino la catástrofe que hoy enluta a una población entera y a la clase obrera colombiana.

Lágrimas de cocodrilo

Conocidas las primeras informaciones acerca de la hecatombe, familiares y compañeros de los trabajadores emprendieron la dolorosa tarea de rescatar los cadáveres. A la cabeza de estas labores estuvieron los miembros de la junta directiva del sindicato que, paradójicamente, salvaron sus vidas debido a las medidas persecutorias de la empresa que los había suspendido durante varios días.

Horas después aparecieron en Amagá las primeras brigadas de socorristas, bomberos, policías y soldados, pertrechados de inadecuados y obsoletos equipos de salvamento. Y detrás arrimó la caravana de la hipocresía.

El gobernador y sus secretarios prometieron ayudar a los damnificados, construir un barrio para las viudas y los huérfanos, abrir una “exhaustiva” investigación y, sobre todo, poner a funcionar prontamente la mina. Pero por experiencia los trabajadores saben que a la hora de la verdad los patronos remueven cielo y tierra, compran funcionarios venales, para birlarles a las viudas y a los huérfanos las indemnizaciones a que tienen derecho. Un buen número de compañeros muertos fue empleado a través de contratistas, quienes ya están pregonando que no tienen dinero para atender las obligaciones originadas en la tragedia. Por ello, las gentes de Amagá han recibido indignadas las lágrimas de cocodrilo de sus explotadores.

En cada puerta un soldado

El mismo día de la catástrofe, sin importarle la enorme pena de Amagá, el Ministro del Trabajo sólo se preocupó de que la industria antioqueña tuviera garantizado el suministro del carbón y en tal sentido dirigió un mensaje al gobierno seccional, urgiendo la inmediata militarización del municipio para asegurar la producción del mineral. En esa afrentosa comunicación el alto funcionario no tuvo siquiera una palabra sobre la pérdida de tantas vidas útiles y honradas.

Un joven minero recriminó en varias oportunidades a la Defensa Civil la presencia de personal armado en las galerías. El coronel al que me quejé por semejante procedimiento me impidió entrar a la mina. Joven, me dijo, de turismo no se necesita a nadie. Le contesté, “ustedes son los que van de turismo hacia el núcleo de la tierra. Deje entrar a mis compañeros que ellos si se rayan la piel y usted no”.

Las calles de la población fueron patrulladas por piquetes militares y las instalaciones de la mina encomendadas a la tropa. En cada cuadra de Amagá hubo un velorio y en cada puerta un soldado.

Heroicas acciones proletarias

El coraje y la congoja producidos en los mineros por la desaparición de sus compañeros, indujo a muchos de ellos a efectuar actos de extrema intrepidez. Francisco Madrid, antiguo militante del MOIR, se adentró al tajo con la esperanza de encontrar vivo a alguno de sus camaradas. Provisto de una pequeña botella de oxígeno, apenas suficiente para 15 minutos, descendió seguido por el entibador Arnoldo García, quien explica lo acontecido: “Ya estábamos de regreso cuando vi a Pacho Madrid que caía. Perdió la mascarilla y la botella se le rompió. Comenzó a gesticular desesperadamente. Con ese calor, con ese humo, bajitico, azul, ¿quién podía salvarse? Caminé anestesiado casi por completo. Un compañero me echó a sus espaldas y me sacó. Al otro día, estando nosotros en el entierro común, supimos que habían recuperado el cadáver de Pacho. Había entregado su vida heroicamente.

En el horroroso desastre fallecieron también los recordados militantes y activistas del MOIR Roberto Quintero, Javier Trujillo, Gustavo Vélez, Ramiro Ángel. Francisco Valencia, Libardo Florez Macías, Luis Posada, Orlando Marín, Luis Eduardo Restrepo, Fabio Álvarez, Juan Castaño, José García, Emilio García Castañeda, Pedro Pablo Marín y otros.

Multitudinario y emocionado sepelio

Más de 20.000 personas entre familiares, amigos, allegados y gentes del pueblo de Amagá se concentraron desde el medio día del viernes 15 de julio frente al atrio de la iglesia, para testimoniar sus sentimientos de dolor, indignación y solidaridad. Decenas de ataúdes fueron alineados en una impresionante ceremonia en un costado de la plaza. Pancartas rojas y negras en las que se leía: “Compañeros caídos, “Vuestro silencio es grito de combate” y “La sangre y sudor mineros son riqueza para Hullera”, “Gloria eterna a los compañeros caídos”, fueron extendidas al frente de los féretros. Coronas de flores, entre las que se destacaba la enviada por el camarada Francisco Mosquera a nombre de la dirección y la militancia del MOIR, cubrían los catafalcos. Delegaciones del Frente Sindical Autónomo de Antioquia (FSA), organización a la cual está afiliado el sindicato minero, de Fecode, Sittelecom, Fedeta, Utran-UTC y el Bloque Sindical Independiente de Antioquia, presidían el acto, en medio del adolorido silencio de la multitud.

Francisco Mosquera en Amagá

El viernes 15 de julio en las horas de la mañana el secretario general del MOIR, camarada Francisco Mosquera, ligado por las batallas de muchos años a los mineros, se presentó en Amagá junto con el compañero José Roberto Vélez, dirigente nacional de ANAPO, para expresar a los trabajadores las condolencias del Frente por la Unidad del Pueblo. Concurrieron también Carlos Virgen, secretario regional de ANAPO, y el escritor Jairo Aníbal Niño.

Dos días después el candidato presidencial del Frente por la Unidad del Pueblo, Jaime Piedrahita Cardona, y su esposa Amparo Echavarría de Piedrahita, visitaron a los obreros y los acompañaron en su pesar. Con ellos estuvo de nuevo Francisco Mosquera. Asimismo, Jaime Jaramillo Panesso, Carlos Virgen y dirigentes regionales de la ANAPO y el MOIR.

El gobernador no pudo hablar

Culminados los oficios religiosos le correspondió intervenir a Hernán Taborda, en representación de los trabajadores. Las autoridades, temerosas de que el pueblo amagacita escuchara de boca del líder obrero la verdad, intentaron boicotear sus palabras y apagaron el equipo de sonido en el preciso momento en que denunciaba la absoluta y exclusiva responsabilidad de la empresa y el gobierno. Las cadenas radiales interrumpieron también sus transmisiones. A los gritos de “Dejen hablar a Taborda” y “los asesinos lo quieren acallar”, la iracunda muchedumbre respaldó al dirigente.

Cuando Taborda terminó su alocución, el gobernador de Antioquia pretendió dirigirse a los presentes. El gentío, ofendido por la desfachatez del representante oficial, inició la marcha fúnebre con sus muertos, sin escucharlo. Banderas enlutadas y ramos de flores de numerosos sindicatos y partidos de izquierda secundaron a los dirigentes mineros hacia el cementerio.

Ya en la cripta central, un cabo del ejército quiso desplazar al compañero Taborda del sitio que le correspondía. Entonces, la incontenible masa obligó a los esbirros a retirarse. “Aquí manda el compañero Taborda”. “Este es nuestro dolor, fuera los asesinos” y “Tóquenlo y verán como se daña esto”, gritó la multitud. Enseguida, con altivas y conmovedoras frases el presidente del sindicato brindó un postrer adiós a sus hermanos de clase y solicitó un minuto de silencio en honor a los caídos. Consignas antigubernamentales y antipatronales retumbaron por todo el cementerio.
Un homenaje nacional a la memoria de los mineros muertos en Villa Diana, programado por el sindicato para el domingo 24 de julio, fue arbitrariamente suspendido por el gobierno.

Este desastre, uno de los más grandes ocurridos en veta alguna del mundo y el peor que recuerde la historia de la producción en Colombia, es una muestra fehaciente de los feroces excesos de los explotadores y de su voraz afán de enriquecimiento a costa del sudor, la salud y la propia vida de los hijos del proletariado, únicos verdaderos forjadores de toda la riqueza social. Por ello en todo el país se ha levantado un clamor que condena a los responsables del crimen de Amagá y que exige que esta deuda de sangre sea cancelada.






 

lunes, 20 de octubre de 2014

NOS LA PODEMOS PASAR SIN DOCTORES; PERO NO NOS LA PODEMOS PASAR SIN PEONES.

También debemos derrotar y destruir esa idea tan puesta en boga por las clases dominantes y algunas gentes ilustradas de que la gente tiene que educarse, ir a la escuela, ir a la universidad para que no se queden convertidos en peones.

Es el desprecio a los peones, es el desprecio a las masas trabajadoras; porque sin peones que abran los surcos de la tierra no hay alimento en la sociedad, porque sin peones que allanen los caminos del progreso no hay felicidad en ninguna sociedad, porque sin peones que se metan a las fábricas y a los socavones de las minas la sociedad no tendría los medios indispensables para su subsistencia . 

Nos la podemos pasar sin doctores pero no nos la podemos pasar sin peones, compañeros. Hay que crear una ideología que respete a las clases trabajadoras, que se ponga a su servicio, que las dignifique en su verdadero valor y hay que sepultar todas las ideas contrarias al pueblo y que están al servicio de las minorías explotadoras. 

Eso es parte de la lucha de la revolución cultural, sin la cual no es posible el triunfo de la revolución.

Palabras de Francisco Mosquera pronunciadas en el congreso del Frente Popular-MOIR, en Febrero de 1972. Capitolio Nacional.

domingo, 19 de octubre de 2014

HAY QUE BARRER DE LA FAZ DEL PAÍS ESA IDEA REACCIONARIA DE QUE EL ARTE ESTÁ POR ENCIMA DE LAS CLASES Y DE LA LUCHA DE CLASES.

Hay que barrer igualmente de la faz del país esa otra idea reaccionaria de que el arte está por encima de las clases y de la lucha de clases. Esa es otra gran mentira con la cual han jugado las clases dominantes en su sucio papel de explotar a nuestro pueblo. Es una máxima que ellos no cumplen, porque el arte reaccionario, el arte imperialista, en la prensa, en la televisión y en el cine, el arte de los Estados Unidos, las películas que le obligan a ver a nuestro pueblo, son difamaciones y calumnias contra el pueblo y defensas descaradas de los imperialistas y de los explotadores. El arte lo tienen las clases dominantes al servicio de las campañas anticomunistas, para presentar las fuerzas de la revolución, para presentar a las fuerzas del proletariado como un monstruo indeseable. Ellos no cumplen esa máxima, de que el arte está por encima de las clases. El arte revolucionario tiene que ponerse al servicio del pueblo. Todas nuestras obras, todas nuestras canciones, todos nuestros poemas deben estar dirigidos hacia un solo objetivo: a servir al pueblo, a animarlo en su lucha, a educarlo, a organizarlo y a preparar las condiciones materiales para el triunfo de la revolución.
Fragmento del discurso de Francisco Mosquera pronunciado en el congreso del Frente Popular-MOIR en el Capitolio Nacional. Febrero de 1972.

sábado, 19 de julio de 2014

Palestina vencerá. El imperialismo norteamericano es un tigre de papel.

“No habrá paz en el medio oriente mientras los territorios árabes ocupados y los  derechos nacionales de palestina no sean recuperados.”

Estados Unidos de Norteamérica en 1948 le impuso a la ONU la aceptación de la creación del estado de Israel. A principios del siglo XX El Medio Oriente lo tenían convertido en  coto de caza otros imperialismos diferentes al de EEUU como Inglaterra, Francia y Alemania. Cuando comenzaron a descubrirse los riquísimos yacimientos petrolíferos en la región y se visualizó su importancia geopolítica, la Metrópoli del Norte decidió como asunto de primer orden afincarse en estas tierras. Es así como promueve la inmigración de judíos de todas las partes del mundo hacia la región de Palestina, y su asentamiento físico por medio de la fuerza.  Para justificar este acto de pillaje utilizan al sionismo internacional y sus doctrinas usurpadoras que se soportan en unas ideologías disfrazadas de religiosas pero que en el fondo no son más que el accionar de unos piratas internacionales que solo buscan el lucro económico y político al servicio de la potencia más rapaz y criminal de la historia de la humanidad, como son los Estados Unidos de Norteamérica.

El Estado de Israel es la cabeza de playa sobre la que EEUU asienta todo un perverso plan de agresión contra el pueblo árabe, que había iniciado un gran movimiento de liberación para sacudirse del yugo imperialista de los ingleses, franceses y alemanes. Israel oficia en la región de testaferro de los EEUU en su intención de apropiarse de los recursos naturales del Medio Oriente. Es el odioso gendarme que sin ningún empacho ha emprendido campañas punitivas y de conquista de territorios contra todos sus vecinos en 1948, un día después de haber sido reconocido por la ONU, en 1956, en 1967 y en 1973; amén de todas las acciones que a diario ejecuta contra el pueblo palestino. 

Israel es una base militar gringa asentada en Oriente Medio. Solo subsisten mediante el sustento militar y económico de los EEUU. Los sionistas con el apoyo de este imperio desterraron de su milenario territorio a millones de palestinos y los confinaron a campamentos de refugiados en la mayoría de los países árabes vecinos. Los han perseguido por décadas ejerciendo un vergonzoso genocidio contra ellos con la complicidad y el silencio del “mundo libre”. La humanidad jamás olvidará la masacre de Sabra y Chatila en Beirut de 1982. 

Luego de la 2ª Guerra Mundial el nuevo colonialismo ejercido por los EEUU cometió en corto tiempo toda clase de agresiones contra los pueblos árabes. Transgrediendo  la voluntad de los países de la cuenca del Mediterráneo estableció allí de manera ilegal la VI Flota Naval para ejercer el chantaje y la extorsión contra ellos. Se inmiscuyeron en el Medio Oriente a través del Pacto Militar de Bagdad, imponiendo el control militar a varios países árabes. Desembarcaron tropas en el Líbano en 1958 y han intervenido en todos las naciones árabes.

El pueblo palestino y los demás pueblos árabes pertenecen al Tercer Mundo; ellos, como los demás pueblos asiáticos, africanos y latinoamericanos, sufren la intervención de los imperialistas en sus asuntos internos, el atropello a sus derechos nacionales y el saqueo de sus recursos naturales

Para detener la agresión a la que han venido siendo sometidos por décadas, el pueblo palestino decidió enfrentar a sus agresores de la misma forma como estos los agreden. Mediante su lucha han creado una situación revolucionaria en el Medio Oriente, han ganado simpatía y apoyo de todo el Mundo. Tanto es así que los EEUU y el mismo Israel han tenido que reconocer la existencia de un estado palestino, con la designación de unos territorios que permitan su existencia y desarrollo económico, político y cultural.

Una causa justa es invencible y gana amplio apoyo en todas partes. El pueblo palestino a la postre vencerá. Un país pequeño cuando se decide a levantarse contra su agresor por más grande que sea puede derrotarlo. Eso sí llevando una línea y dirección correctas como guía. Las derrotas infligidas contra la gran potencia imperialista de los EEUU y su poderoso ejército, por Viet Nam Y Camboya en los años 70, lo demuestra.  El imperialismo norteamericano es un tigre de papel; lo dijo Mao Tse Tung. Son una potencia que por mucho poder que ostente en estos momentos, son una fuerza política en decadencia puesto que sus postulados y doctrinas son caducos y pertenecen al pasado; por tanto algún día tendrán que fenecer.


jueves, 17 de julio de 2014

Palestina y el pueblo israelí derrotarán el sionismo expansionista, testaferro del imperialismo.

Terminada la segunda guerra mundial los pueblos árabes que durante décadas habían sido sometidos por las diferentes potencias imperialistas, iniciaron un creciente movimiento de liberación nacional. Para controlar esta ola incontenible, el Imperialismo Norteamericanos  y sus demás socios en unión con el Sionismo internacional impusieron la creación del “Estado de Israel” el 14 de mayo de 1948, como punta de lanza contra los pueblos árabes. Un día después las hordas sionistas emprendieron una guerra de agresión quemando, asesinando y saqueando todos los poblados de los primitivos ocupantes de estas tierras. Más de un millón de árabes que vivieron durante generaciones en estas regiones, fueron expulsados de ellas convirtiéndolos en refugiados.

Los agresores norteamericanos corrieron enseguida a firmar con el gobierno israelí una serie de tratados para proporcionarles gran cantidad de armamentos y financiación. Esta ayuda se ha incrementado a través de los años de forma ininterrumpida. En 1956 los judíos inician una nueva guerra de conquista de territorios cual ejército hitleriano y que denominaron la Campaña del Sinaí. En sus actividades expansionistas Israel contó con el absoluto respaldo de EEUU, Inglaterra y Francia quienes no solo fueron solidarios con el exterminio del movimiento de liberación de los pueblos árabes, sino la forma de hacer presencia en la región para lucrarse de los riquísimos yacimientos petroleros y aprovechar su estrategia geopolítica.

En 1967 Israel y sus compinches nuevamente desatan otra  guerra de agresión contra los países árabes invadiendo y ocupando la orilla occidental del río Jordán, la Península del Sinaí y otros territorios que totalizaron una extensión de 65.000 kilómetros cuadrados. Esta expedición punitiva fue bautizada con el nombre de la “Guerra de los seis días”. Desde entonces las agresiones de los sionistas contra los pueblos árabes han sido pan de cada día, con el apoyo y beneplácito de los imperialistas norteamericanos. Como era de esperarse sistemáticamente se han negado a devolver los territorios usurpados. 

Los pueblos oprimidos no pueden coexistir pacíficamente con sus opresores, la opresión genera resistencia y rebelión. Las comunidades árabes agredidas y expulsadas de sus territorios no tuvieron otra alternativa que oponer la guerra patriótica a la guerra agresiva y liquidacionista del estado sionista. En 1965 los palestinos bajo el mando de “Al Fatah” crean sus propias milicias. Posteriormente se suman a este propósito el Frente Popular de Liberación Palestino en Diciembre de 1967 y la Organización para la Liberación de Palestina  en Febrero de 1968. Los obreros y campesinos palestinos componen el 65% de este frente de lucha por la patria Palestina. La justa lucha del pueblo palestino se ganó la simpatía de todos los pueblos árabes y los gobiernos democráticos del mundo.   

Para los años 70 no solo fueron los EEUU quienes entraron en la liza por disputarse las esferas de influencia en la caliente área del Medio Oriente. La Unión Soviética y los imperialistas norteamericanos trataron inútilmente de impulsar una “solución pacífica” al problema palestino con el único objeto de desmovilizar las milicias del pueblo Palestino y lograr de este modo la repartija pacífica entre sí y sin problemas, de las esferas de influencia del Medio Oriente. Incluso llegaron a apoyarse en gobiernos reaccionarios como el de Jordania para exterminar las milicias palestinas. Los 2 grandes imperios de la época buscaban servirse de la confusión y las dificultades por las que atravesaban en esos momentos los pueblos árabes para negociar entre ellos a expensas de sus  derechos nacionales con miras a dividirse los importantes lugares estratégicos, los recursos naturales y las áreas de influencia.

La perniciosa influencia en la región de los imperialismos de todas las pelambres y el mantenimiento de un gobierno agresor y militarista como el de Israel, es lo que ha impedido que la situación en el Medio Oriente se resuelva.

Por otra parte el pueblo israelí también se ve afectado por la política expansionista del sionismo en el poder. La intensificación de la agresión sionista para esclavizar a Palestina y otros pueblos árabes, lleva al fortalecimiento de la reacción interna y de los imperialistas, dimanando en la esclavización del pueblo israelí. La relación directa entre la política expansionista en los externo y la política reaccionaria en lo interno, está siendo comprendida cada vez más por amplios sectores del pueblo israelí que, al experimentar por sí mismo la justeza del principio formulado por Marx de que “el pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre”, hará causa común con los pueblos árabes hasta sacudirse el yugo imperialista y sionista.

Basándose en sus propias fuerzas, el pueblo palestino continuará su lucha por recobrar el legítimo derecho a la existencia nacional y del regreso a sus hogares. La lucha de los pueblos oprimidos por la autodeterminación en su vida interna y por su existencia nacional es apoyada por los otros pueblos del mundo. Innumerables hechos prueban que quien sostiene una causa justa gana amplio apoyo, mientras que quien sostiene una causa injusta carece de apoyo. Un país débil puede derrotar a un país poderoso, un país pequeño puede derrotar a un país grande. Siempre que el pueblo de un pequeño país se levante en lucha, se atreva a rechazar al agresor de igual  manera como este lo agrede,  y tome en sus manos el destino de su propio país, podrá indefectiblemente derrotar la agresión de un país grande. Esa es una ley de la historia.

Compendio de un artículo publicado por el periódico TRIBUNA ROJA No. 8 de Diciembre de 1972.


viernes, 4 de julio de 2014

CONCEPCIÓN MARXISTA DEL PROBLEMA AGRARIO.

Este artículo fue publicado en el periódico del MOIR, Tribuna  Roja No.3, en Noviembre de 1971.

Habrá quien cuestione por qué se republica un artículo escrito hace 43 años. La respuesta es  que nunca ha perdido su validez histórica y que hoy más que nunca mantiene su vigencia. Las estadísticas sobre las que se basa este artículo son las del último censo nacional agropecuario realizado por el gobierno, hace precisamente 43 años. 

Puede ser que las  cifras hayan cambiado, pero relativamente las de hoy con las de hace 43 años, guardan una proporción que en nada varía la almendra de lo que aquí se plantea. En esencia las causas del  atraso en el campo de hoy no  se han modificado respecto de las de hace 43 años y más;  vayamos a los albores del nacimiento de la república. 

A los más “rojos” de la izquierda del siglo 21 se les olvidó el problema agrario colombiano  en consonancia con lo que  aquí se plantea. Están buscándole la cuadratura al círculo  tratando de inventar lo que ya está inventado. Dicen que el campesinado pobre colombiano ya no peleará por su reivindicación más sentida que es la lucha por la tierra.

Los nuevos magos de la revolución no quieren reconocer la necesidad de  redistribuir  la propiedad rural para llenar el campo colombiano de nuevos propietarios. Hablan de la masificación de los empresarios agrícolas y la proletarización del campesinado pobre, de los aparceros y de los pequeños propietarios.

Más bien algunos  tratadistas de la burguesía colombiana se han atrevido a reconocer el replanteamiento de la propiedad rural en aras de equilibrar el tremendo desajuste que allí se ha venido presentando desde hace 200 años y  agudizado aún más de hace 25 años para acá. 

Víctimas del doble yugo del imperialismo yanqui y de los terratenientes, los campesinos colombianos se debaten en la explotación, el atraso y la miseria.

Según estadísticas oficiales, un millón trescientas cincuenta mil familias campesinas poseen 6.300.000 hectáreas, mientras que 18.200 propietarios poseen 10.200.000 hectáreas, o sea que el 94.5 por ciento de los propietarios tiene el 28.6 por ciento de la tierra y el 1.3 por ciento el 46.4. Desde el punto de vista de la tenencia de la tierra, estos son los dos polos fundamentales de la contradicción en el campo colombiano.

Sin embargo, y de acuerdo con las mismas estadísticas, la contradicción es mucho más aguda, ya que un millón de campesinos pobres posee solamente un millón trescientas mil hectáreas. En el otro extremo de la contradicción, hay 636 grandes terratenientes poseedores de siete millones de hectáreas. En promedio, cada uno de estos grandes terratenientes posee más de 11.000 hectáreas, cuando cada familia campesina tiene menos de una hectárea y media para subsistir, sin contar los centenares de miles de asalariados agrícolas que no tienen tierra en absoluto.

Esta abismal diferencia en la posesión de la tierra perpetúa en el campo colombiano un sistema atrasado de producción basado en el sojuzgamiento y la explotación de los campesinos por parte de la minoría terrateniente. Los terratenientes mantienen al campesino en una situación de dependencia económica, lo explotan mediante las más variadas y complejas formas de servidumbre, como el pago en trabajo, en especie o en dinero. Este sistema, en esencia feudal, es causa del estancamiento de las fuerzas productivas, conserva las técnicas y procedimientos más rudimentarios de explotación de la tierra.

La tierra cultivable en Colombia son 35 millones de hectáreas, sumando las grandes extensiones de los terratenientes, los pequeños y medianos predios de los campesinos pobres y medios, las haciendas de los campesinos ricos, las propiedades y concesiones de los grandes monopolios, las sabanas comunales, los resguardos de indígenas y las posesiones estatales. De este gran total, 30 millones de hectáreas están dedicadas a ganaderías extensivas y sólo tres millones se utilizan en cultivos agrícolas. Aproximadamente 21 millones de hectáreas de las tierras ganaderas son pastos naturales. En agricultura mecanizada hay únicamente 800 mil hectáreas en las que se aplican técnicas de cultivo relativamente modernas.

El dominio del poder terrateniente en el campo colombiano entraba la producción agrícola, convirtiéndose en un aliado natural del Imperialismo Norteamericano al permitir de esta manera que el Estado oficie como comprador de excedentes agrícolas estadinenses con el perverso pretexto de que aquí no los producimos, por lo  que se debe “velar por la seguridad alimentaria” manteniendo surtidos los graneros de la nación a costa de la quiebra y la miseria del campesinado colombiano. 

LA TRABA IMPERIALISTA

Pero el sistema de explotación terrateniente no es la única causa del atraso y la miseria de los campesinos. A ésta se agrega otra que es la principal: la dominación y la explotación neocolonial del imperialismo yanqui sobre la nación colombiana. El imperialismo obtiene jugosas ganancias mediante el saqueo de los recursos naturales y materias primas del país, la venta obligada de los productos de la industria norteamericana y las inversiones del capital tanto en la ciudad como en el campo.

Los gigantescos monopolios norteamericanos no sólo despojan a Colombia de sus minerales, maderas y petróleo, sino que destinan también inversiones a la explotación de la caza y la pesca. Estos monopolios gozan de concesiones que les dan posesión sobre inmensas extensiones de tierra, de las cuales desalojan violentamente a indígenas, colonos y pequeños agricultores. Las regiones que sufren la expoliación imperialista quedan a la postre completamente arrasadas.

A través de distintos institutos de mercadeo, crédito, educación e investigación, el imperialismo ejerce un riguroso control sobre la producción agropecuaria del país. Los programas de extensión e investigación adelantados por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), por ejemplo, están destinados a promover la venta de semillas “mejoradas”, fertilizantes, insecticidas y todos los demás productos de los monopolios agroquímicos. Cosa semejante sucede con los programas del Instituto de Mercadeo Agropecuario (IDEMA) orientados principalmente a colocar excedentes agrícolas y pecuarios de los Estados Unidos en el mercadeo nacional. Por intermedio de la banca oficial y demás organismos financieros el imperialismo controla y distribuye el crédito. Con estos y otros instrumentos de dominación el imperialismo yanqui estanca o destruye determinados renglones de la producción agropecuaria nacional, según le convenga a sus insaciables intereses.

Luego de la apertura de César Gaviria Trujillo de 1990, se inició el desmonte de todas las empresas estatales feriándolas a precio de gallina flaca. Uno de los sectores que ameritaba con más urgencia de esta acción  fue el agropecuario. El  INCORA luego del Pacto de Chicoral lo habían venido marchitando; el IDEMA ya no era necesario puesto que el reinado de la economía de mercado “regularía” los precios de los alimentos y la intervención estatal representaba nada más que una herejía, así en el 2013 luego del Paro Nacional Agrario el gobierno de Juan Manuel Santos le hubiere  tocado comprarle la producción  a los paperos quebrados. El ICA lo convirtieron en el correveidile de las multinacionales productoras de semillas y  pesticidas. La hoja de ninguna planta se mueve en Colombia sin el permiso  de Monsanto, por ejemplo.

El pillaje imperialista cae como pesada carga sobre el pueblo. Sólo dos clases, infinitamente minoritarias, traidoras a Colombia y enemigas del progreso, sacan beneficio en su condición de aliadas irrestrictas de los dominadores extranjeros: la gran burguesía que, empotrada en los organismos claves del Estado, participa como intermediaria en los negociados del imperialismo; y los grandes terratenientes, cuyo sistema de explotación sobre los campesinos se ve apuntalado por la dominación neocolonial.

REFORMA AGRARIA   

Desde la aprobación de la Ley 135 de 1961, que creó el INCORA, la reforma agraria en Colombia lleva 10 años de ser aplicada por los cuatro gobiernos del Frente Nacional. Ha quedado en esta década plenamente comprobada la naturaleza de la reforma agraria oficial. Una reforma hecha por el imperialismo yanqui para aumentar sus ganancias y consolidar su dominación, a la vez que estrangula la producción nacional y protege el sistema de explotación terrateniente.

Todos los programas del INCORA dependen de los préstamos de los organismos financieros imperialistas efectuados en condiciones gravosas para la economía y la soberanía del país. En turbios negocios se ha comprado a los terratenientes tierras de la peor calidad a los mejores precios. Se obliga a los campesinos “beneficiados” con los créditos a comprar productos norteamericanos y ganado a los terratenientes, hipotecándolos de por vida. Con las obras de infraestructura se adecúan y valorizan las grandes fincas. Sólo se han entregado 100.000 títulos de propiedad a los campesinos, de los cuales 90.000 corresponden a tierras de colonos. Los 10.000 restantes son contratos de venta de pequeñas parcelas con plazos hasta de 20 años. Ninguno de estos “nuevos propietarios”, ni los campesinos que reciben créditos, ni los de las llamadas “empresas comunitarias” pueden disponer libremente de la tierra.

El Frente Nacional a través del INCORA ha gastado alrededor de 7.000 millones de pesos en la reforma agraria. En realidad esta cifra es tres veces más grande, si se le suman los fondos del IDEMA, del ICA, del INDERENA y del resto de organismos estatales o semi-estatales, cuyos presupuestos también contribuyen a financiar la política oficial agraria. Las enormes erogaciones no han repercutido favorablemente en la producción agropecuaria. Por el contrario, ésta ha disminuido en relación al aumento de la población. En los últimos años Colombia ha efectuado importaciones de casi todos los productos alimenticios, desde trigo, maíz, cebada, hasta huevos y leche. Buena parte de estos productos, procedentes principalmente de los Estados Unidos y que ocasionan al país una salida constante de divisas, son materias primas que el gobierno importa y luego vende, con pérdidas, a empresas norteamericanas de alimentos instaladas en Colombia. La llamada reforma agraria “integral” es un negocio integral del imperialismo yanqui, a costa del estancamiento de la producción nacional y de la miseria del pueblo.

En 1990 cuando se inició la APERTURA gavirista se importaban 700.000 toneladas de productos agropecuarios. Para finalizar el año 2008 se estaban importando 9.800.000 toneladas. Solo en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez desde que inició a 6 años después, había incrementado  las importaciones agropecuarias en tres millones de toneladas.

Otra cuestión de capital importancia para el imperialismo y las clases dominantes colombianas en su política de reforma agraria ha sido la pretensión de dirigir al campesinado mediante la creación a nivel nacional de una “organización campesina” controlada y subvencionada por el Estado.

Los más distinguidos promotores de la reforma agraria oficial, quienes no hacen más que repetir al pie de la letra, como Carlos Lleras Restrepo, las orientaciones impartidas por el imperialismo yanqui, insisten en la necesidad de una “organización de campesinos” que someta mansamente las masas rurales a los abusos de los terratenientes y de las autoridades y que colabore en el campo al estricto cumplimiento de las leyes. Para crear una organización de esa naturaleza, el Estado montó todo un aparato burocrático de funcionarios especializados y ha venido preparando “líderes” en cursos de “capacitación campesina”.

La extrema izquierda colombiana se dejó embelesar por los cantos de sirena lleristas y sus empresas comunitarias. A ellos les pareció que el mismo Estado estaba promocionando el socialismo en el campo con las tales empresas comunitarias, y soñaron que la burguesía colombiana refundaba las cooperativas agrícolas de la URSS de los años 30, en nuestro territorio. Dócilmente se pusieron al servicio del Estado comandando la ANUC, que fue la organización campesina de bolsillo promovida por los enemigos de los propios campesinos. 

REVOLUCIÓN AGRARIA    

1971 ha registrado muchas luchas de obreros y estudiantes. Sin embargo, se puede afirmar que éste es un año especialmente rico en combates campesinos.

Centenares de fincas han sido invadidas por miles de campesinos en todos los departamentos del país. Las invasiones son un rechazo categórico a la política agraria del imperialismo yanqui y sus lacayos, la prueba contundente de que esta política ha fracasado. Los campesinos, ejecutores principales de la revolución agraria, se levantan y comienzan a hacer valer su derecho de únicos y legítimos dueños de las tierras que trabajan.

Al fragor de estas primeras batallas y enarbolando la consigna de “la tierra para el que la trabaja”, los campesinos han empezado a crear sus propias organizaciones, independientes del tutelaje de las clases dominantes y conformadas por los campesinos pobres y medios.

Por experiencia propia las masas campesinas han ido descubriendo quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos. Saben que los agentes del Gobierno buscan dividirlos, amarrarlos de pies y manos y entregarlos indefensos a los explotadores. Han aprendido que para emanciparse de la explotación del imperialismo y de los terratenientes tienen que librar luchas supremamente duras y largas, luchas que adquirirán las formas más elevadas. Y con la ayuda de las organizaciones proletarias han venido comprendiendo que su más íntimo amigo es la clase obrera, que la alianza obrero-campesina y la dirección obrera es la salvación y única garantía del triunfo.

De toda la situación anteriormente descrita se desprende que la lucha de los campesinos colombianos está dirigida no sólo contra la clase terrateniente sino principalmente contra el imperialismo, y hace parte entrañable de la lucha del pueblo colombiano por la liberación nacional. La lucha campesina es la esencia misma de la revolución colombiana en la presente etapa, una revolución antiimperialista y antifeudal de las amplias masas populares bajo la dirección de la clase obrera. Esta es la concepción proletaria, la concepción marxista-leninista del problema agrario, el único enfoque correcto de la realidad nacional y del desarrollo histórico de la sociedad colombiana.