Por la conmemoración del
centenario del nacimiento del prócer de la oligarquía colombiana el liberal Alfonso
López Michelsen, la prensa oficial se deshace en elogios hacia este personaje; el
gobierno organiza actos para honrar su memoria, pero muy pocos o casi nadie
recuerda las fechorías de este prohombre que por culpa de ellas, le costó el puesto de
Presidente de la República a su papá el Dr. Alfonso López Pumarejo en su
segundo período. Seguidamente reproducimos este incisivo artículo del periódico
Tribuna Roja publicado en su No. 26 en el que se desnudan tal cual algunas de las trapacerías; las épocas de la Handel y la Trilladora Tolima.
Hay en nuestro país una institución cuyas características no
se encuentran en ningún manual de comercio, ni está esbozada en ningún libro de
leyes; no tiene personería jurídica, carece de estatutos, no paga impuestos, no
la conocen en la Cámara de Comercio y sus miembros gozan de libertad total para
enriquecerse a voluntad de su capricho y en perjuicio de los intereses del
pueblo. Esta institución extraña y nefanda es conocida con el nombre de “El
Hijo del Ejecutivo” y ha sido engendrada, criada y transmitida, con especial
solicitud, por una familia dos o tres veces presidencial.
Sus primeras operaciones fueron conocidas por los años en
que Alfonso López Pumarejo desempeñaba por segunda vez el puesto de presidente
de la República, y conmovieron la opinión pública hasta el punto de colaborar
en gran medida al desprestigio del gobierno y a la caída del régimen liberal.
En aquella época, como representante de la Institución de
que hablamos, oficiaba el señor Alfonso López Michelsen, sagaz hombre de
negocios, quien no desaprovechando la oportunidad de ser Hijo de su Padre, y
con la ayuda de éste, se embolsilló, birlándoselos al país, varios millones de
pesos. La nación, sorprendida, conoció algunas de las andanzas financieras del
joven López Michelsen bajo el mote de “los escándalos de la Handel y la
Trilladora Tolima”.
¿En qué consistieron
estas operaciones fraudulentas? Las dos tuvieron como base la situación
económica que había provocado la Segunda Guerra Mundial.
Los países aliados en contra de la amenaza hitleriana, entre
los que se encontraba Colombia, habían acordado un bloqueo económico al enemigo
y decidieron confiscar todos los
bienes que hubiera en ellos, pertenecientes a personas o compañías
alemanas o de cualquier país que cayera bajo el poder nazi.
El caso de la Handel
La Handel era una compañía holandesa, poseedora del 60% de
las acciones de Bavaria, acciones que se negociaban por todo el mundo. Holanda
fue invadida por las tropas de Hitler y, en consecuencia, las acciones de la
Handel podían ser confiscadas por el gobierno colombiano, con lo cual la nación
pasaría a ser la mayor accionista de Bavaria. En otras palabras, Bavaria,
compañía cuya mayor parte de capital estaba en manos extranjeras, habría sido
nacionalizada.
Sin embargo, nada de esto ocurrió. Los negocios de ‘El Hijo
del Ejecutivo’ estaban de por medio. López Michelsen, que había sido vicepresidente
del consorcio Bavaria, abogado apoderado
de la Handel, era ahora negociante de esas acciones -con comisiones que llegaban
al 50%- y se había comprometido con
muchas personas, entre ellas parientes muy allegados, a lograr de su padre, el
Presidente, una ley que les permitiera introducir al país esas acciones,
compradas a muy bajo precio en el exterior, y negociarlas a estupendos precios
en el mercado legal. Así se hizo. El presidente López Pumarejo promulgó el
decreto 736 de 1943, que echaba por tierra los decretos que ordenaban la
confiscación de tales acciones, anulaba la posibilidad de que ese capital
pasara a manos de la nación, bendecía a los contrabandistas de divisas y le
permitía al hijo hinchar de dólares los bolsillos familiares.
La Trilladora Tolima.
Este negocio fue el mayor pero no el primero del “Hijo del
Ejecutivo” . La operación de la Trilladora Tolima Había afilado sus uñas. Doce
días después de posesionado su padre como Presidente de la República, ya estaba
enviando memoriales al Ministro de Hacienda para que le autorizara la compra de
una trilladora de café situada en Girardot, perteneciente a un ciudadano
alemán, que por los motivos antes anotados estaba en entredicho. El negocio,
claro está, se realizó y el señor López Michelsen, gracias a un escandaloso
tráfico de influencias, obtuvo como premio a sus afanes una respetable ganancia.
Como vemos, la institución “El Hijo del Ejecutivo” funcionó
a las mil maravillas en aquella época. Gracias a sus privilegios, la familia se
enriqueció con despojos de una guerra y permitió que López Michelsen se
lanzara, años después, a la conquista del sillón presidencial, para así poder
legar a sus hijos lo que a él le había legado su padre. ¡Hermoso ejemplo de
tradición familiar!
Tan apasionante historia, cuyos capítulos próximos ya se
están gestando, es sólo posible gracias a “la coincidencia -como decía algún defensor de la Institución- entre el interés público y el privado”.
Coincidencia fácil de lograr para el grupo de familias que conforman la clase
dominante y para las cuales la patria no trasciende los límites de la bolsa
familiar.
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